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Psicología | 28/03/2023
Por Marcelo Rocha
El sufrimiento psíquico: ¿Por qué somos neuróticos?

Los seres humanos vivimos intentando evitar los sufrimientos de la vida, aquellos que son propios de la cultura donde estamos insertos y los que son inherentes a la fragilidad de nuestro cuerpo. Esto, es algo que analizó muy bien Sigmund Freud en su escrito "el malestar en la cultura". Allí plantea que el ser humano, al vivir en una cultura que restringe sus deseos y pulsiones, sufre por la insatisfacción que le produce tales limitaciones. La vida es una travesía que transcurre sin que podamos manejar muchas cosas que en ella suceden, y en ese camino del vivir intentamos defendernos de los malestares cotidianos -generalmente inevitables- que se expresan en nuestra psique a modo de sufrimiento o dolor. Pero, más alla de todo, la vida no se trata de otra cosa que eso, de un constante aprender a vivir viviendo, así lo dice la canción tan popular de Fito Paez “solo se trata de vivir, esa es la historia”.

Estamos expuestos a los sufrimientos que nos producen los vínculos que construimos, los avatares de la vida en sociedad, la fuerza de la naturaleza y la fragili- dad de nuestro cuerpo. Lo cierto es que, sufrir por algo no es lo mismo que sentir dolor. Siguiendo a Juan David Nasio, podríamos decir que el sufrimiento es un estado moderado de displacer que podemos tolerar y controlar (siempre y cuando no se vuelva repetitivo durante un lapso de tiempo), mientras que el dolor es una manifestación más exacerbada de una tensión vivida que generalmente nos frena y nos hace mal, es un malestar que se ha vuelto desbordante para poder ser soportado por nuestra psique. En tal sentido, es importante comprender que, si bien el sufrimiento y el dolor son sensaciones que suelen acontecer en lo físico, ambos afectos siempre se perciben en lo psíquico, es decir, una persona puede haber sufrido, por ejemplo, un traumatismo en una pier-na producto de un golpe, pero el nivel de dolor que esta sienta siempre tendrá que ver con el registro psíquico que acontezca en su Yo. Del mismo modo sucede en el caso de una pérdida de un ser querido, sufrimos no tanto por la pérdida real del ser sino por el vacío que ha quedado en nuestra vida psíquica. Al no estar más el ser amado esa ausencia será sentida como un enloquecimiento interior de nuestra psique y eso nos produce dolor. Es por ello que recién estamos aptos para poder continuar la vida cuando ese desorden interior comienza a estabilizarse.

Ahora bien, por ello es que decimos que somos neuróticos, porque sufrimos e intentamos ser felices cumpliendo nuestros deseos y satisfaciendo nuestras pulsiones. Pero, digámoslo más simple aún, ser neuróticos significa, de alguna forma, estar marcados por el hecho de no poder defendernos correcta o exitosamente de las pruebas a las que nos somete la vida. Nuestras defensas psíquicas nos defienden de las cosas que nos pasan y de las restricciones a las que nos exponemos, pero lo hacen mal; es decir, nos protegen de los traumas, pérdidas y situaciones displacenteras, pero a condición de crearnos síntomas u otro tipo de compromisos psíquicos. Ser neuróticos, también quiere decir que todos tenemos algún rasgo histérico, fóbico u obsesivo, lo cual tampoco significa que tengamos esas sintomatologías. En suma, lo que desde el psicoanálisis conocemos como neurosis, se trata del modo particular que tenemos de resolver las constantes angustias que enfrentamos y que nos llevan a crear otros tipos de compromisos psíquicos que en ciertas ocasiones se transmutan a lo corporal (somatiza- ciones). En tal caso, podríamos decir lo siguiente: cada quien, con su propia, neurosis afrontará la vida. La cuestión a tener en cuenta es cuando estos modos de defensa se vuelvan sintomáticos y nos hagan padecer, allí las terapias serán necesarias.

Entre los múltiples malestares psíquicos existentes, hay personas que sufren por las cosas que les pasan, otras por las que piensan y sienten y están quienes padecen el no poder soportar las castraciones de la vida. No soportar las castracio- nes de la vida significa no lograr tolerar las frustraciones irremediables a las que nos expone la sociedad en la que vivimos. Es por ello que algunas personas suelen acudir a un psicoanalista, para aliviar el sufrimiento que le provocan todas estas limita- ciones que se expresan en malestares, inhibiciones y síntomas que les generan diferentes dificultades para vivir. Nuestra preocupación empieza cuando nos encontramos con formas más complejas de sufrimientos tales como las crisis psicóticas y otras manifestaciones límites de la personalidad.

Muchas veces, los neuróticos, también sufrimos por olvidarnos de nosotros mismos; es decir, cuando nos dejamos llevar por la vorágine y voracidad de un sistema social diseñado ingeniosamente para hacernos creer cosas absurdas y caemos en el laberinto del sufrimiento. El filósofo contemporáneo Byung Chul Han se refiere, en este sentido, a la sociedad del cansancio, se trata del sujeto de la sociedad actual que solo vive para trabajar y producir. Si hay algo que sabe hacer este sistema es seducirnos para crearnos falsas expectativas. Por ello, andamos por este loco mundo muy engañados, intentando llenar nuestro deseo con cosas materiales y cuando nos damos cuenta de la estafa a la que fuimos sometidos, volvemos a lo simple, para tratar de disfrutar lo que nos queda de vida. Sobre esto, una paciente, un día expresó lo siguiente: "Me di cuenta que estaba caminando a un costado de mi propia vida, entonces comencé a recuperar las cosas simples que había dejado".

Existen muchas frases y preguntas que son típicas del neurótico. Algunas, muy comunes son, por ejemplo: "¿existirá lo que busco?"; "esta vez no pienso equivocarme de nuevo"; "no tengo ni idea qué decisión tomar"; "creía que luego de conseguir eso me sentiría más feliz, pero no".

Podríamos enunciar muchas más, pero, en definitiva, todas esas frases siempre tendrán algo en común. Todas muestran que el hecho central del ser neurótico tiene que ver con soportar la insatisfacción a la que nos impone la vida, pero no sólo eso, sino también tiene que ver con la forma en que reaccionamos ante esas insatisfacciones: creando ilusiones, deseos y expectativas que nos hacen seguir intentando.

Sin duda, la vida se trata de hacer cosas. El hombre no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza, es el conjunto de sus actos, diría Sartre, a lo que Lacan agregaría que la vida tiene un solo sentido, poder jugársela y jugarse la vida tiene algo de apuesta. Esta es la imprescindible tarea del neurótico.
Periodista/Fuente: Marcelo Rocha | Psicoanalista, docente en la UNR y UNComa, escritor)
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