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Educación | 17/05/2022
Por Micaela Pellegrini Malpiedi
Alfonsina Storni: una oveja descarriada en la vida y en la prosa
Uno de los mayores referentes de la literatura moderna de nuestro país es Alfonsina Storni. Su nombre propio, cala hondo en la tradición poética y en la memoria de los/as argentinos/as quienes ante un nuevo aniversario de su natalicio, recuperamos su trayectoria.

Alfonsina nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, Suiza. Su familia estaba constituida por su padre Alfonso Storni, su madre Paulina Martignoni y sus dos hermanos. Cuando ella tenía cuatro años de edad, se mudan a la Argentina apremiados por la situación económica que venían experimentando.


Los primeros años de estadía en territorio argentino fueron en la provincia de San Juan. Allí, la niña desarrolló sus primeros años de escolaridad, siendo interrumpidos por el traslado de la familia a Rosario. Esos años no fueron de lo más apacibles para los Storni. Siendo inmigrantes, continuaban desocupados y debían realizar trabajos precarizados y mal remunerados e incluso “fracasando” en varios proyectos laborales. Tal fue el caso del “Café Suizo”, un bar inaugurado por Alfonso a pocos metros de la Estación Ferrocarril Rosario Central. Desde el local, ofrecían una carta típica de la cocina suiza, pero los transeúntes no demostraron afición por ella, y el bar cerró sus puertas prontamente. En esa oportunidad era Alfonsina, con diez años, quien se encargaba del lavado de platos y atención a las mesas. Al morir su padre, también trabajó en una fábrica de gorras y como actriz teatral para colaborar con la situación económica de su familia.


En 1909, siendo Alfonsina adolescente, se asienta en Coronda, provincia de Santa Fe. Fue en esta localidad donde pudo realizar sus estudios de magisterio en la “Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales”. Para ese entonces, el Estado impulsaba una maquinaria de políticas educativas con la intencionalidad de que las mujeres ocupen una plaza en las escuelas formadoras de maestras y a posteriori en las aulas de las escuelas primarias. Esta estrategia estatal, fue beneficiosa para Alfonsina, quien recibió una beca de 40 pesos para que realice sus estudios al tiempo que trabaje como celadora de dicha institución.

Resulta difícil saber si la elección de ser maestra estuvo atravesada por el deseo de la vocación, por una emergencia económica o por una imposición sociocultural. Tal vez, la respuesta la encontremos en sus acciones concretas. Pues antes y durante su formación como maestra, ingresó a una compañía de teatro desde la cual supo recorrer varias provincias actuando en algunas obras de teatro. Además de ello, en el transcurso de su estadía en la Escuela Normal, ya mostraba su predisposición por las letras. Fue en su etapa como estudiante que comenzó a cristalizar su trayectoria poética, participando con su poesía en los actos escolares como en de-más actividades alusivas.

En el año 1911 y ya graduada, regresa a Rosario donde se desempeñó como maestra de grado. Sin embargo, a los pocos meses de residir en la gran ciudad, se marchó a Buenos Aires a probar suerte, pues llevaba un hijo en su vientre producto de una relación extramatrimonial y eso resultaba un escándalo para la época.

En la metrópolis porteña trabajó como empleada de una farmacia y como dependiente en una tienda, no obstante, su horizonte en las letras nunca fue postergado. Tal es el caso que, comenzó participando con humildes contribuciones en Caras y Caretas y terminó formando parte de la trilogía de poetas latinoamericanas junto a Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. Estas tres mujeres, allanaron el piso a las futuras escritoras del siglo XX.

La inquietud del rosal fue su primer libro de poemas y el que le permitió pertenecer al círculo de intelectuales y escritores más prestigiosos de Buenos Aires. A partir de allí comenzó con su estridente carrera: colaboró con varias publicaciones de la prensa, escribió libros, fue docente, jurado de concursos literarios, recibió premios, dictó conferencias, viajó por varios países y compartió la mesa chica de la literatura. Impulsora de la poesía rosa feminista, Alfonsina fue partícipe de un giro de estilo en las letras latinoamericanas. Presentando rasgos de vanguardismo y recursos como el antisoneto, su poesía se despoja del erotismo para abordarlo desde un punto más abstracto y reflexivo.

Sin embargo, un diagnóstico médico trastocó la vida audaz y éxito profesional que Alfonsina venía proyectando. El cáncer de mama, sumado a su paranoia y neurastenia, resquebrajaron su impulso vital y sus logros mundanos. La enfermedad se fusionó con el padecimiento social que la poetisa venía sobrellevando. Su intrépida independencia y su finísima inteligencia, eran fuente de prejuicios para una sociedad condenatoria. Oveja descarriada, dijeron por ahí. Oveja descarriada. Los hombros encogí… escribía un día desafiando a quienes la enjuiciaban por su forma de vivir y de tomar decisiones.

En verdad, lo que más molestaba de la Storni era su lucha por la igualdad de géneros. En reiteradas producciones literarias, Alfonsina denunciaba las desigual- dades entre varones y mujeres y levantaba la bandera por la emancipación de las mismas. Su pensamiento al respecto, no sólo quedaba en el territorio de lo discursivo, pues protagonizaba una vida por fuera de los roles convencionales.

Un día estaré muerta, fría como la piedra, Quieta como el olvido, triste como la hiedra, escribía al tiempo que presagiaba su trágico final. En 1938 y con 46 años de edad, se arroja del muelle del Club Argentino de Mujeres perdiendo su vida en las frías aguas de Mar del Plata. Tal vez, la muerte fue para ella, el cese de una mezcla de dolores corporales producto de su enfermedad y de suplicios mentales causados por la debilidad de su psiquismo y los prejuicios de una sociedad reaccionaria que nunca la entendería.

Periodista/Fuente: Por Micaela Pellegrini Malpiedi | Profesora, Licenciada y Doctora en Ciencias de la Educación (UNR-ISHIR/CONICET)
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