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De los lectores | 08/06/2021
Por Iván Crespo
Clandestinos y olvidados
Marzo 2020, una pandemia mundial pone al globo y su sistema económico vigente en jaque. Principalmente los países más sumergidos en deudas externas eternas y con más trabajos informales que formales donde ya de por si la economía tambalea, se ven azotados por el avance de un virus incontrolable. Junio de 2021, pese a que el horizonte empieza a despejar, el panorama económico de nuestro país no es tan prometedor.

Las medidas de confinamiento optadas para mitigar el avance del COVID-19 y abastecer a los nosocomios y efectores de salud tanto como dotar de conocimiento a medida que avanzan los estudios referentes a las mutaciones del virus y reforzar este recurso humano a lo largo del 2020, hundieron a los sectores laborales relacionados directamente con las celebraciones de eventos en una profunda crisis económica y hasta en algunos casos legal.


Cumpleaños, bodas, bautismos, baby showers y muchos etcéteras más fueron mermando y mutando, se transformaron en fiestas clandestinas. Esto causó la baja en la principal actividad económica de muchos de los trabajadores arraigados a la celebración causando una herida de profunda gravedad en los sistemas económicos propios de cada una de las familias involucradas y dedicadas a trabajos tales como fotografía de eventos, catering de eventos, sonido e iluminación en eventos entre otras ramificaciones, obligándolos en muchos casos a transformarse y perder recursos y dinero.

Servicios de catering reprogramando fiestas en base a una inflación que supera el 40 %. Fotógrafos, videógrafos, sonidistas, iluminadores cuyas herramientas de trabajo cotizan en dólares, y el dólar que vuela libre cual pájaro en el firmamento, mientras que los presupuestos se arrastran con los gusanos, generando no solo una competencia desleal entre pares, sino también olvidando la empatía tan necesaria en momentos tan duros. Algunos laburantes viraron su actividad reinventándose, sacándole agua a las piedras, cómo dicen por ahí, pero claro está que no todos tienen las mismas posibilidades.


Por otra parte, el aumento de la clandestinidad en reuniones trajo como contrapartida un aumento desmesurado en los contagios y con ellos aumentó también el número de personas fallecidas y/o que necesitaron asistencia médica, generando no solo otro cierre en las actividades, sino también un colapso inminente del sistema de salud. Y de pronto todo fue otra vez incertidumbre, los trabajadores de celebraciones fuimos invisibles frente al Estado, aun lo somos. Pero no se puede culpar solamente al aparato estatal, también nos cabe la culpa a nosotros como ciudadanos irresponsables. Y por qué negarlo, si pese a las prohibiciones las celebraciones se siguieron dando de manera clandestina, algunas con sus respectivos protocolos de bioseguridad vigentes, y en otras este protocolo prácticamente inexistente como si de otra dimensión estuviéramos hablando.

Claro está que no hay soluciones a la vista, y que las fiestas y la reactivación económica del sector volverán en un futuro un tanto lejano, ¿mientras tanto? Mientras tanto sigamos cuidándonos del virus y, mientras trabajamos en la clandestinidad, de no ir presos. 

Periodista/Fuente: Por Iván Crespo (Fotógrafo y periodista)
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