Le dije que iba a ir y no fui. En realidad fui, pero llegué tarde, que es como no ir. Esta mañana salí de casa sabiendo que había demorado la visita. Lamentablemente, no le erré.

Cuando llegué a la vivienda -ubicada en el corazón de barrio La Patria- la reja estaba cerrada. En la puerta, un letrero anunciaba que está en venta. Segundos después, un vecino me lo confirmó: “Se fueron la semana pasada”.

Ricardo Guidobaldi se fue de Firmat. “El Maestro” -como le decíamos la mayoría- y su compañera están un poco grandes y sus hijas decidieron llevarlos a vivir a Rosario.

Semanas atrás, nos habíamos encontrado en la carpintería de Rimoldi, que era como su segunda o tercera casa. Ahí me contó que cerraba la peluquería, que se iba a vivir a Rosario.

Aunque la noticia no lo alegraba en demasía, mientras me lo contaba mantenía en pie la sonrisa de siempre. La misma sonrisa con la que te recibía en la peluquería, la misma sonrisa con la que iluminaba su acordeón mientras hacía bailar a familias enteras en los bailes populares de la región.

Ricardo es músico y peluquero, y digo es, porque aunque no ejerza, Ricardo es, fue y será un artista, un hombre que sonríe con el rostro y con las manos.

En 1974, motivado por Eugenio Salerno, “El Maestro” Guidobaldi tomó dos decisiones que marcaron su camino artístico: armó su orquesta de música bailable y, más tarde, compuso “Buscate novia Pascualito”, tema que con los años se convirtió en un éxito.

La semana pasada, Ricardo se mudó y no pude saludarlo, no pude pedirle que vuelva a contarme su vivencia infantil en el circo, su encuentro musical con Edmundo Rivero, sus inicios artísticos con Doña Emma de Mazza y tantas otras cosas.

La semana pasada, Ricardo se fue de Firmat. No obstante, siempre será nuestro vecino: uno de los mejores, uno de los más queridos.