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Educación | 13/04/2021
Por Micaela Pellegrini Malpiedi
La verdadera grieta es el techo de cristal
El presente escrito comienza con una fotografía haciendo alarde del enunciado popular “una imagen vale más que mil palabras”. La misma, fue tomada por el fotógrafo Benjamin Couprie durante la Conferencias de Solvay en Bruselas durante el año 1927. Durante el siglo XX, se realizaban anualmente este tipo de encuentros con la intención de reunir a los/as científicos/as más destacado/as de la época.

Si miramos atentamente, encontramos en esta instantánea varias caras conocidas: Albert Einstein, Niels Bohr, Erwin Schrödinger, Charles Wilson, entre otros. Sin embargo, dentro “del montón” aparece allí una mujer: Merie Curie. Esta científica, especializada en el campo de la radiactividad, fue la primera persona en recibir dos premios Nobel y la primera mujer en ocupar un lugar dentro de una cátedra universitaria, específicamente en la Universidad de París.


Suponemos que, cuando Benjamin tomó la fotografía, no se habría percatado de la insuficiente representatividad de la mujer en la ciencia: 28 varones y una única mujer. Esto, porque para principios del siglo XX, las universidades en general no resultaban espacios muy frecuentados por las mujeres. Más que entre libros, las muchachas deberían estar en sus hogares cumpliendo con sus deberes maritales y maternales. Merie rompió con esa imposición y se aventuró al mundo de la ciencia, demostrando su alta capacidad intelectual al tiempo que allanándoles el camino a las que vinieron después.

Actualmente, las mujeres accedemos a los mismos niveles de formación que los varones. Incluso, diversas investigaciones han demostrado cómo en la Argentina, seis de cada diez egresados de universidades somos mujeres. Además, de los 1.929.813 argentinos/as que completaron su formación superior, 1.050.662 son mujeres (54 %) y 879.151 varones (46 %).

Pero pese a esta conquista, las estadísticas siguen cristalizando una significativa brecha salarial de género en la estructura productiva de la Argentina. Desde el Centro de Estudios para la Producción del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, advirtieron que las mujeres ganamos en promedio un 14 % menos que los varones por hora trabajada. El mismo informe indica que las mujeres alcanzan las 30 horas semanales remuneradas, en tanto que los varones llegan a 40. Pero la brecha no solo es significativa en términos salariales, también lo es en relación a los lugares que ocupamos las mujeres. Según la Organización Mundial del Trabajo, en la Argentina, solamente el 35,1% de los puestos directivos están en manos femeninas.

Ahora bien, Merie Curie es la única figura femenina de una fotografía tomada durante el año 1927. Ya contamos con férreos argumentos que nos permiten comprender los lugares que las mujeres fuimos ocupando a lo largo de la historia. También hemos aprendido que los espacios públicos fueron conquistados por las propias subjetividades femeninas. Sin embargo, la brecha salarial nos alerta sobre las diferentes disposiciones socioculturales que continúan privilegiando a los varones aún en el siglo XXI, ¿por qué?

Este fenómeno es entendido desde los estudios de género como “techo de cristal”. El mismo, encarna las barreras socioculturales que imposibilitan el crecimiento profesional y/o laboral de las mujeres quienes, difícilmente, logren alcanzar puestos de trabajo de máxima jerarquía o de espacios que involucren toma de decisiones.

El término “cristal” no se debe a la fragilidad sino a la transparencia. Esta apariencia es lo que lo vuelve más difícil de romper porque está constituido por normas, valores y criterios socioculturales que resultan invisibles para quienes no se lo replanteen.

Por ejemplo, uno de los principales elementos que constituyen el fenómeno del techo de cristal es la maternidad o el mero hecho de que una mujer pueda ser madre en un futuro. Socialmente, está establecido que quien debe cumplir con el rol de “cuidadora” es la mujer, por lo que debe lograr un “equilibrio” entre su profesión y su vida en el hogar. Pero esta práctica no está contemplada solo desde las lógicas familiares sino también desde el propio Estado y las empresas al sostener en tal caso, licencias por maternidad y paternidad asimétricos.

También existen elementos que pertenecen al orden de lo subjetivo. Culturalmente, se considera que existen determinados espacios y roles incompatibles con la supuesta sensibilidad y “neurosis” de las mujeres, así sean, labores vinculadas con la fuerza, con el liderazgo o con la producción de contenido cultural. En esta lógica, muchas mujeres capacitadas no aspiran a determinados puestos de trabajo porque se sienten inseguras de estar a la altura de ese rol como consecuencia de la educación sexista y androcéntrica de la que fueron parte.

Por este motivo, durante el mes de abril, específicamente el 9, se estableció en nuestro país el día del pago igualitario. Esta fecha viene a visibilizar la brecha salarial que cristaliza en las trayectorias profesionales y/o laborales de mujeres y varones, al tiempo que alude a la necesidad de implementar políticas públicas que rompan con esta grieta.

 ● Fuentes vinculadas: (https://bit.ly/3tkYACO) | (https://bit.ly/3wXQsuc) | (https://bit.ly/3wZahRF

Periodista/Fuente: Micaela Pellegrini Malpiedi | Profesora, Licenciada y Doctora en Ciencias de la Educación (UNR-ISHIR/CONICET)
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