Firmat, sábado, 20 de abril de 2024
Edición Digital Nro: 948
 

Archivo | Busqueda avanzada

Educación | 15/09/2020
Por Gustavo Battistoni
Rivadavia y Estanislao López: las dos políticas
En el antagonismo entre Bernardino Rivadavia y Estanislao López se encierra gran parte del drama argentino. Nuestro Caudillo representaba el proyecto latinoamericanista, mientras que el infatuado porteño fue el representante de la nación descentrada y europeizante, alejada de cualquier sensibilidad hacia lo profundo y mestizo.

Nadie como el ilustrado centralista como resumen del desprecio hacia lo latinoamericano. Su oposición a la gesta libertadora de José de San Martín, su papel en el endeudamiento con la Baring Brothers, y la entrega al Imperio esclavista del Brasil de la Banda Oriental, alcanzan para dar un perfil del cipayismo del que hizo uso y abuso.

Es de notar que entre los casi setecientos volúmenes que conformaban la biblioteca de Rivadavia, no hubiera un solo libro escrito en América Latina. Jamás se mixturó con nuestra población, por la que sentía un profundo desdén. Ese desprecio por nuestro continente lo llevó a pedir que sus restos no sean enterrados en tierra americana. Al contrario Estanislao López sintió devoción por su terruño, al que le dedicó sus mejores energías consustanciándose con sus paisanos que le tenían una confianza ciega.

Desde su actuación como el hombre fuerte del Primer Triunvirato se mostró distante de nuestra historia provincial, prueba de ello fue su orden a Manuel Belgrano de que oculte la bandera celeste y blanca enarbolada en Rosario y la cambié por la bandera española, a lo que el prócer se negó de manera terminante.

Cuando López y Juan Bautista Bustos llamaron al Congreso Federativo de Córdoba, estipulado por el Pacto de Benegas, para organizar definitivamente el país, el altivo mulato con ínfulas nórdicas expresó: “Contemplando la patria en anarquía, parecería un deber irresistible buscarle un centro común, y reedificar el edificio que acaba de derribar el crimen: sin embargo, no es la primera vez que los más laudables proyectos vienen a ser inútiles, y acaso peligrosos, por haberlos anticipado el momento favorable de su ejecución”. El argumento rivadaviano fue el mismo que utilizó Rosas y todos los bonaerenses para no federalizar el puerto y mantener el control de la aduana en desmedro de todos los habitantes de nuestra patria.

El diputado por Santa Fe al Congreso de Córdoba, Pedro Tomás de Larrechea, explicitó muy bien las intenciones porteñas: “Cuando parecía que ya se acercaba el día deseado de la instalación del Congreso Nacional por haberse removido algunos obstáculos que lo embarazaban, se presentan otros nuevos que lo impiden. Buenos Aires, esa oficina de planes hostiles e insidiosos, siempre celoso del engrandecimiento de los demás pueblos, e insistiendo en sus aspiraciones, trata de retirar sus poderes a sus diputados. Todos los pueblos aspiran a la forma federal republicana y esto no está en los intereses de aquella envidiosa capital. Ella, por lo mismo, debe valerse de los medios que sugiere su tenebrosa política para retardar e impedir todo paso que pueda cruzar sus miras de dominación”.

En 1823, cuando Brasil declaró su independencia de Portugal y estaba estrangulando a Montevideo con su opresión, los cabildantes de la Banda Oriental recurrieron a Bernardino Rivadavia para pedir su ayuda, para un levantamiento popular, ante lo cual el porteño se mostró profundamente indiferente. Esos dignos patriotas miraron entonces hacia Santa Fe que no solo se interesó por la suerte de la Banda Oriental, sino que solicitó a los otros gobiernos provinciales una acción conjunta para liberar a la irredenta hermana y firmó un tratado con el Cabildo de Montevideo, cuyo artículo primero decía:”La provincia de Santa Fe, mediante su gobierno, solemniza con la Honorable Diputación del Cabildo de Montevideo una liga defensiva y ofensiva contra el usurpador extranjero Lecor”.

Podríamos nombrar muchas más situaciones que demuestran las distintas perspectivas de Rivadavia y Estanislao López con respecto al destino de nuestro continente americano. Pero vayan las citadas para comprender las dos políticas en pugna. La santafesina, hasta el entronizamiento de la burguesía rosarina con Nicasio Oroño, profundamente americana. La de Rivadavia, continuada por Mitre, reaccionaria y cipaya.

Decía el gran escritor venezolano Rufino Blanco Fombona que remedando la cultura europea nos iba a pasar lo mismo que al mono que vio al cazador afeitarse: “Nadie desea la originalidad, sino la imitación, continuar a Europa, simularla, simiarla. El mono es el animal del nuevo mundo. Haremos con la cultura lo que hizo con la navaja el orangután que vio afeitarse a un hombre: nos degollaremos”.

Bernardino Rivadavia fue la expresión más contundente de una clase social que se siente extraña de los veneros profundos de nuestro continente, a la savia vital que nos ha hecho algo particular en el mundo. Si queremos ser libres, debemos seguir la magistral idea de Simón Rodríguez: “O inventamos o erramos”. El remedo, la parodia acrítica de lo que en otras sociedades ha ocurrido, solo nos llevará a nuevos y estentóreos fracasos.

Periodista/Fuente: Gustavo Battistoni | Historiador y escritor
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales y no deben ser atribuidos al pensamiento de la redacción de El Correo de Firmat. Los comentarios pueden ser moderados por la redacción.