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Educación | 11/09/2020
Por Micaela Pellegrini Malpiedi
Sarmiento, septiembre y la docencia: entre los apagones educativos y las fechas festivas
Durante estos últimos días, nos vimos afectados/as por la vuelta a clases a través de los dispositivos virtuales. Pocas esperanzas quedan, sobre las posibilidades de un regreso presencial para lo que queda del año 2020. Este atípico inicio coincidió con un panorama poco favorable para los/as docentes, quienes durante el mes de agosto sostuvieron varios días de paro o, como se nombra en los tiempos que corren, “apagón educativo”. A su vez, en medio del conflicto asoma el 11 de septiembre, fecha que se corresponde con el aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento y que se tomó como día de celebración y reconocimiento al trabajo de maestros y maestras. Es de este modo, como el cuerpo de docentes, se sumerge en este septiembre caracterizado por el festejo del “Día del Maestro” y paradójicamente por las huelgas, el descontento salarial y el teletrabajo exhaustivo. 


Sin embargo, es menester aclarar, que este movimiento oscilante entre el reconocimiento y la indiferencia hacia la labor docente, no es producto de los tiempos en pandemia. Incluso, si hacemos un poco de historia, es probable que encontremos la génesis del significado socio-cultural del rol docente. Para ello, invitamos a los/as lectores/as que continúen leyendo los siguientes párrafos:

Durante la bisagra de los siglos XIX y XX, el Estado Nacional desarrolló políticas educativas cuyo objetivo, era construir un Sistema Educativo encargado de transmitir una misma identidad nacional. Para esa época, la sociedad argentina se caracterizaba por ser heterogénea: convivían entre los pobladores y las pobladoras diversos idiomas, culturas, religiones, hábitos, etc. Por lo cual, el Estado ahondó sus fuerzas para concretar la Ley de Educación Común N°14201 (año 1884) y pobló de escuelas a las provincias y parte de los Territorios Nacionales. Este gesto, solucionaba los problemas edilicios que la escolaridad obligatoria demandaba, pero no así, la mano de obra encargada de transmitir la cultura nacional.

Y es aquí cuando entra en escena Domingo Faustino Sarmiento. Este pensador se distinguía entre otras cosas, por una visión adelantada acerca de los derechos femeninos. Fue en uno de sus tantos viajes que conoció Estados Unidos y en él a Mary Peabody de Mann, esposa del pedagogo Horacio Mann, fundador de la primera Escuela Normal de América. En estas escuelas había una marcada participación femenina en los claustros estudiantiles pero también ejerciendo como educadoras. Esto, sería el principal rasgo que marcaría el proyecto educativo de Sarmiento: “la docencia como cosa de mujeres”.

De este modo, las mujeres ingresaron al universo de la docencia con fundamento político y teórico. Su incorporación fue justificada bajo argumentos. El primero partía de reconocer a la maternidad y a la propensión de cuidar a los otros/as como parte de la esencia femenina y, por ende, como una actitud natural para la educación de la primera infancia. El segundo argumento, se relaciona principalmente con cuestiones de salario, a las muchachitas se les pagaba menos. Sarmiento pensó a la mujer en términos económicos, ofreciéndoles por su trabajo una suma menor que la ofrecida a los masculinos. Esto, porque se consideraba que el salario femenino era “complementario” al de padres o esposos:

“Aunque la educación de las mujeres ha sido objeto predilecto de filántropos, la educación de las mujeres para la noble profesión de la enseñanza es también una cuestión que atañe a la economía y a la industria. La educación pública será menos costosa con ayuda de las mujeres”. (Sarmiento D.F. [2011]. La educación popular; con presentación de Juan Carlos Tedesco e Ivana Zacarías. Unipe Editorial Universitaria. La Plata).

En este sentido, al reconocer como condición femenina a la mujer doméstica que además de ser madre, abnegada y custodia de la infancia era más barata (porque siempre tenía cerca un varón dador de recursos), las mujeres se tornaron el sujeto ideal para educar en las escuelas. Incluso la docencia fue vista como una extensión de la función materna.

Sin duda, esta percepción hacia la labor docente, dejó marcas identitarias. Tanto así, que hasta en la actualidad, resulta conflictivo calificar el arte de enseñar como un trabajo, como un empleo o como una profesión. El carácter innato que se supone femenino, cristaliza más bien como una misión o vocación que no remite a una remuneración económica, puesto que la retribución es medida por la gratificación de hacerlo.

Así es como, la génesis de la propia profesión docente hasta el día de hoy, conserva la subestimación del saber que porta como así del conjunto de tareas que requiere la transmisión de saberes. Sin duda, el 11 de septiembre será un día de gratitud hacia “la seño” o “los/as profes”, sin embargo urge que ese reconocimiento sea materializado en nuestros salarios y condiciones de trabajo.

1 Dicha Ley sostenía una educación común, obligatoria, pública, laica y gradual. 
Periodista/Fuente: Micaela Pellegrini Malpiedi | Profesora, Licenciada y Doctora en Ciencias de la Educación (UNR-ISHIR/CONICET)
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