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Opinión | 09/07/2020
Por Ramiro Huber
El virus que se alimenta del egoísmo, el miedo y la indiferencia

Invisible a la vista humana, veloz para colonizar cuerpos, agresivo con los más débiles, sorpresivo en sus ataques, el coronavirus ya no es una amenaza potencial y lejana. A pesar de todos nuestros esfuerzos por evitarlo, se desplaza con nuestra involuntaria ayuda al movernos de un sitio a otro, para continuar con su instinto de supervivencia, infectándonos cada vez que puede.

El coronavirus se alimenta del egoísmo de aquellos que no comprenden que nos necesitamos unos a otros para enfrentar la pandemia y que cuidándose cada uno, nos protegemos todos. Se alimenta del miedo que paraliza y acobarda, y se nutre de la indiferencia de quienes desconocen o menosprecian el poder de daño que puede desplegar el virus. 

En cada una de sus sorpresivas apariciones, nos interpela como personas y como sociedad. ¿Nos comportamos de manera egoísta, pensando solo en cada uno de nosotros, o somos solidarios con nuestros vecinos, con el que enferma o con el que cuida y sana?¿Nos vence el miedo o nos cargamos de coraje para curar a los enfermos internados o para acompañar y ayudar al que está aislado en su casa? 

¿Permanecemos indiferentes a la pandemia sin respetar las reglas preventivas o nos comprometemos a ser responsables en el cumplimiento del distanciamiento social, el lavado frecuente de manos y el uso de barbijos?

Aquí estamos, los habitantes y vecinos de Firmat, Carreras, Elortondo, Los Quirquinchos, Venado Tuerto y una treintena de otras comunidades… frente al desafío de decidir si superamos esta pandemia convertidos en una sociedad más solidaria, valiente y responsable o sucumbimos ante el virus presos del egoísmo, el miedo y la indiferencia. 

De nosotros depende… 

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