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De los lectores | 30/01/2018
El Correo literario
Página de escritores locales
¡Mis manos ya tienen luz!

No podía dormir, vueltas y vueltas en mi cabeza, los pensamientos giraban como ruleta, pasado, presente y futuro. Alterado y sin conciliar el sueño, me vestí y salí a la calle, aprisionado por la noche, implorando la luz que se me escapó por las manos. Pero las luces despiadadas se burlan a mi paso de camiones y autos que van y vienen.

El farol esquinero también me hace burla queriendo apagar.

Cruzo la calle, una voz de alguien que iba en bicicleta me gritó:

-Che, loco, ¿te caíste de la cama? Lo miré sin mirarlo.
-Sonámbulo, ¡andá a dormir! La voz de otro que me esquivó con su moto.

Me paré en la esquina, ¿estoy dormido?, me pareció que estaba soñando como un peregrino angustiado, suplicando un rayo de luz en esta noche inquietante de mi vida. Pero si estoy despierto y me duele y me aprisionan las imágenes difusas en la calesita de los recuerdos.

Seguí, me dirijo al bar de la Estación de Servicio, el reloj que tenía enfrente daba las cinco. Me senté , pedí café que revolvía con la cucharita hacia la derecha, por la izquierda, buscando los escombros de mis ilusiones desparramadas por el piso de la vida; las junto, las guardo como un tesoro, y así las ilusiones van y vienen, se caen, se rompen; después de una niebla gris, que se entrelazó con el humo de cigarrillos de la mesa de atrás con tres parroquianos, discutiendo de política, me enceguecen y arden mis ojos. Volví a la realidad, tomo un sorbo de café, ya estaba frío, como mi cuerpo y mi alma temblorosa.

Parpadeo, y al fin un rayo de luz que se filtra entre la espesa tiniebla que nunca me abandona, me absorbe, me salva de la muerte y me arroja otra vez por el mundo; la esperanza.

Salgo nuevamente a la calle, escucho el trinar de los pájaros, la danza del viento es caricia suave y abrazos de sol que comienza a alumbrar, camino, ya seguro de vuelta a casa.

Estoy en mi cuarto, donde se encierran las palabras, los sueños son suspiros y la magia una ilusión.

Vierto sangre blanca, donde han sido fundidas las letras de mi vida y mis manos ya tienen luz.

Autor: Hugo Elder Barbero

1º premio Editorial Pegaso Rosario
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