Reconozco que mis palabras pueden sonar un poco ingenuas, incluso hasta infantiles. Pero no me importa. Si todos conserváramos algo del niño que fuimos, seguramente este mundo sería menos hostil, más afectuoso.
Señor, tengo la necesidad de decirle que por un momento intente ponerse en el lugar del otro, póngase un minuto en el cuero de esa persona que junto a su familia va a pasar las fiestas rezando para que el próximo despedido no sea él.
Antes de ser obreros, políticos, empresarios, o lo que sea, somos personas. Somos hombres y mujeres sensibles. Hombres y mujeres con sueños y proyectos. Hombres y mujeres, seres humanos…
Señor, yo también soy un eslabón de este sistema capitalista y entendí, a fuerza de años y algunos golpes, que cada uno cuida su quinta, su negocio. Sin embargo, vuelvo al inicio: una cosa es ser empresario y otra cosa es ser jodido.
Por eso le pregunto: ¿Era vital avanzar con los despidos en plenas fiestas? ¿No le duelen un poco las tripas? ¿El 24 y el 31 va a brindar con su gente sin ningún cargo de conciencia? ¿El fin siempre justifica los medios?
Señor empresario, discúlpeme si lo incomodé justo en vísperas de estas fiestas, es que no aguanté la urgencia de avisarle, de decirle, que usted incomodó a muchos más, que usted decidió que, para muchos, la noche buena sea una noche de mierda.
Felices fiestas!!!